Es un catarro que curar, un dolor de pies que aliviar, un sujetador que oprime y ahoga y hay que desabrochar.
Un manchón de tinta al final de una impoluta carta. Una cuenta atrás. Una puesta de sol con lluvia. Una merienda sin nocilla. Una despedida sin sonrisa. Un café sin azúcar. Una ensalada sin sal. Una playa sin arena. Un horizonte sin puesta de sol. Un helado sin cucurucho. Una coca cola sin gas.
Un libro sin tapas duras. Sexo sin caricias, besos sin saliva. Unos zapatos sin tacones. Un pintalabios sin color. Merluza sin mayonesa. Un domingo sin resaca. Un bolígrafo sin tinta. Un tren sin revisor. Una libreta vacía. Una cartera sin fotos de carnet. Una muñeca sin reloj. Unas pestañas sin rímel. Una tónica sin ginebra.
Tedy por las mañanas. El sol de julio que no pica. Una bici sin cadena. Tarta sin chocolate… ni crema, ni fresas. Un examen suspenso. Una carta al director. Un poeta sin pluma. Mis rizos apagados. Un vestido sin vuelo. Un funeral sin recuerdos. Una bolsa de plástico vacía flotando a la deriva en medio del mar. Algas en la orilla del Sardinero un sábado caluroso de agosto.
Llorar sin ganas. Olvidar los recuerdos. Una tarde sin cerveza. Un verano sin comidas familiares. Un carnaval sin disfraz. La ropa tendida dentro. Aburrimiento. Querer y no poder. Un viaje sin fotos. Un vino sin queso. Un despegue sin miedo. Conducir con precaución. Uñas sin pintar. María sin su papá.
Estoy preparando una pedazo de playlist en Spotify para amenizar estos meses ciclogénicos. Muacks.
Deja un comentario